Hoy me he levantado cargado de otoño en el cuerpo. Con un cielo blanco y dinámico cubriéndome los ojos. Los colores huyen de las paredes y mi piel es del color de los huesos de los libros. Hace frío y los jerséis no dan calor porque sólo tienen mangas, pero ninguno dedos a los que agarrarse. Silencio. Las calles están meditabundas, se giran sobre sí mismas formando espirales de calma. Los espíritus no pasean, sino que se retraen invisibles, como de cristal perfectamente pulido y los árboles pierden hojas cada vez que gastan un pensamiento. Querría decirles que yo soy de ellos y que me dijeran cuántas hojas me quedan aún. Pero no me escuchan al otro lado de la ventana. Nada puede atravesar la ventana, salvo el otoño.
CMA.