Se han ido tus palabras.
Sí, las has perdido.
Se cansaron de mirarte
dar vueltas en círculo.
Te han dejado en silencio,
con la frente resignada
y el reloj perdiendo arena
por los huecos de tus dedos.
Se fueron, aburridas de ti,
drenando discursos y letras,
vaciándote de ti mismo,
dejando en lo que queda
un lugar normalizado,
con su ruido de turbina,
con su traje de rutina,
con su piedra y con su asfalto.
¿Y qué vas a hacer, escritor,
sin tus palabras, domesticado,
con la garganta adormecida
y tus dedos desarmados?
CMA.
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